lunes, 29 de noviembre de 2010

Mis listas de reproducción

Equivocarme está en mis planes, y permitirme verte en mi diagnostico.
Me volviste a reñir, desmedidamente me volví a colocar. Me despejé, la caridad no me despegó, volví a besarme hasta los ojos.
Mojarme los dedos en lo profundo de este mar es un cálculo intrínseco.
Me convertiré en un “te quiero”, en un “claustrofobia”, en esporádicos “ámame”.
Realmente nos intrigan las burbujas estáticas, y quién nos va a llevar, y a donde. Si soplo más fuerte, si grito más fuerte, para que besaras, así, más fuerte… se acabaría toda esta empresa.
Sigo mandando señales equívocas por toda la sala. Acá esta tu locura, es tuya, para vos, para disfrutarla con ganas; este baile, y esta música, ya la bailamos. Sigamos.
Nos aburrimos a niveles estadísticos y nos divertimos llenos de humo.
Te cabe lo adorable y convaleciente que sos en este tipo de ideas. Te invito a seguir.
Por poco nos tropezamos y casi nos preguntamos uno del otro. Suena rototón, los cencerros y la campana, entra el acordeón multiplicado. Apareció un sombrero de yute en mi cabeza y en mi alma.
Me doy cuenta que estoy rosqueado, aún así nos emborrachamos y no nos importa nada durante varios fraseos. Sabiendo prácticamente nada del tema, descansamos en la tónica y lo hacemos continuar, suena esa canción en nuestras miradas.
La función se da cuando convertimos esas miradas en ocasiones, porque así sonaría, sabroso y con alegría.

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