Hace cuatro años que no me viene, y me pregunto: ¿estaré embarazado de un gigante?
Alucinar con los síntomas de la tierra,
sentir que abre puertas para que el viento circule y dé paso al recuerdo erosionado.
El polvo de ladrillo que se pega a la ropa y lo minúsculo que me siento;
quizás por la altura, quizás por lo ajeno, pero es latente la sensación de estar planeando.
Yo sé muy bien que esto no me tendría que estar pasando a mí, por puro razonamiento lógico de la naturaleza,
y porque mi cuerpo no está preparado para albergar algo de tales dimensiones.
Igual, las fechas cierran, y los antojos no tardan en hacerse notar.
Genero emputecimiento y me vuelvo impotente al no encontrar un lugar en Buenos Aires
que haga un caldero con tóxicas empanadas fritas en grasa.
Y me hace odiar mi ciudad que me trata de convencer de que lo que me venden tiene sabor
¿¡no te das cuenta que lo que tengo es un antojo!?
Por lo que a él concierne, sé muy bien que me tomará por las quijadas y me sacudirá la cara,
aceptándome con su mirada imponente, sabiendo que no soy un farsante ni un bandido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario