viernes, 21 de mayo de 2010
Es ese momento que uno deja atrás, y el paso no es más seguro.
Ese momento en que uno no puede marcar un ritmo, ni hablar de rumbos…
Son los pies que se sienten atérmicos, sabiendo que descalzo te sentís inseguro, más la convicción del más obvio. Te ves bien, olés bien y podés asegurar las mentiras centenarias.
Vi mil rayos caer sobre la tierra, y la vi aguantárselos uno tras otro. El cielo parecía realmente enojado como si estuviera llevando a cabo su venganza.
No había seguridad alguna arriba del bus.
Con una tormenta de tal magnitud estaban nuestros destinos atados en alguno de esos relámpagos fogosos. Admirando la casualidad del momento en que nos encontró la tempestad, tan indefensos, tan a merced de ella… y el vacío de la ruta. Me quedo callado, busco el silencio de los que me acompañan. Quieto, con la mirada fija al este, aprovecho a sacar conclusiones, afirmando en voz alta, que fue uno de los veranos más húmedos de mi vida.
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